Turismo cultural

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Todos los acantilados de la comarca, desde Villaviciosa a Ribadesella, tienen gran interés geológico y paleontológico, siendo excepcionalmente ricos en ictitas, huellas fosilizadas de dinosaurios, destacando el espectacular Museo del Jurásico de Asturias en Colunga, de obligada visita con los niños.

Estamos en medio de una región en la que se enclavan algunos de los más importantes santuarios del Arte Paleolítico franco-cantábrico (desde Tito Bustillo hasta Altamira, ya en la vecina Cantabria) y a unos centenares de metros de la Cueva de El Sidrón: con sus casi 4 Km. de galerías, es la mayor cavidad asturiana excavada en calizas no carboníferas, por lo que tiene un alto interés geológico y bioespeleológico: la cueva alberga, además, el más importante yacimiento de Homo neanderthalensis de la Península Ibérica; el Hombre de Neanderthal es una especie de homínido perteneciente al mismo género al que pertenecemos los hombres modernos (Homo sapiens), que surge en Europa hace unos 230.000 años; la certeza acerca de su humanidad y el saber que ambas especies hemos coexistido durante miles de años hasta su extinción hace unos 30.000 años, hacen del Hombre de Neanderthal uno de los más apasionantes enigmas para la moderna paleoantropología, que el yacimiento de la Cueva de El Sidrón está ya contribuyendo a resolver. Por todas esta razones, la cavidad y su entorno ha sido declarada Monumento Natural por la Administración del Principado.

La vieja cultura celta que los romanos encontraron al llegar a estas tierras hace 2.000 años ha pervivido hasta nuestros días en la comarca, transimitiéndose a través de antiguas danzas y melodías, así como del manejo de los propios animales domésticos. Nuestros ponis asturcones están emparentados genéticamente con los ponis de las Islas Británicas y por su característico paso de ambladura fueron especialmente estimados por los romanos, el historiador Suetonio dice que entre los caballos preferidos del emperador Nerón había un asturcón. También pervive nuestra vieja cultura atlántica en las palabras, los topónimos y vocablos asturianos de raíz celta; en los tradicionales detalles decorativos que aún hoy adornan el típico calzado de madera asturiano (madreñes), las construcciones y el mobiliario tradicional (hórreos, casas, arcones…); en las leyendas y los mitos, así como en ciertas costumbres y rituales paganos vinculados a noches mágicas como la de San Xuan. A escasos metros de nuestra casa, en el pórtico de la iglesia de Samartín de Borines (del s.XVI, aunque ya mencionada en una donación del Rey astur Ramiro II, en el s.X), a la sombra de dos magníficos texos varias veces centenarios, existe una inscripción funeraria del clan ástur de los Ablaidacos. El texu (Taxus baccata) sigue siendo hoy como entonces el árbol sagrado de Asturias por excelencia y en el Sueve aún es posible contemplar el mayor bosque de tejos de toda Europa. Los ablaidacos fueron un clan o gens perteneciente a la tribu de los Luggones, los ástures trasmontanos que habitaron estas tierras; su etnónimo podría explicarse a partir de término céltico galés blaid, que significa “lobo”. En nuestro valle se han localizado restos de importantes poblados célticos fortificados (castros de Argandenes, Antrialgu, Viyao), así como valiosas joyas de oro, obras maestras de la orfebrería ástur, como la llamada diadema de Moñes.

El casi desconocido arte románico asturiano, eclipsado por el deslumbrante arte del Reino de Asturias, destaca especialmente en la comarca, con importantes muestras en la misma Villamayor (Piloña) o en el vecino Conceyu de Villaviciosa. Merece la pena descubrir y disfrutar con calma de estas pequeñas joyas, dispersas por el entorno típicamente rural del corazón de la campiña.

La comarca destaca asimismo por el gran número de casonas y palacios rurales, como la Torre l’Omedal (Miyares), el Placiu de Cutre (La Goleta), el Palaciu de Rubianes (Cerecea), o el Palaciu Sorribes (Sevares), residencia en muchos casos de emigrantes retornados de América a finales del XIX y principios del XX (los llamados indianos), en cuyo interior atesoraban fantásticas bibliotecas, cuyos ejemplares llegaban por mar desde Gran Bretaña y Francia, eludiendo la censura española, y de las cuáles de nutrió toda una generación de grandes ilustrados asturianos. Existe también una estela latina en el interior de la iglesia de Samartín de Borines que hace referencia a las propiedades salutíferas de las aguas sulfurosas y carbonatadas que aquí manan. El Balneario de Borines, fue uno de los más importantes centros de salud y recreo de todo el Cantábrico a finales del siglo XIX y a él acudieron importantes personajes de la vida política y social de la época.